Por: Juan Javier Gómez Cazarín.
Leí con mucho interés que la Oficina de Salubridad de una importante ciudad mexicana comunicó a sus habitantes medidas urgentes para evitar la propagación de la mortífera epidemia. Sobre todo, lavarse las manos con jabón y aplicarse alcohol en ellas, así como evitar los lugares de reunión, como cines, teatros y templos.
La advertencia subraya que “como el contacto con una persona portadora de los gérmenes de la enfermedad es suficiente para producir el contagio, deben de considerarse como peligrosos: el saludar estrechando la mano, el beso y el abrazo. En consecuencia, conviene abstenerse de esos actos”.
Supongo que habrán distribuido de casa en casa el volante con dichas advertencias, porque el documento tiene fecha del 19 de octubre de 1918, cuando no había Internet, ni medios electrónicos, y el mundo sufría el azote de la mal llamada “Gripe española”.
La enfermedad, que los soldados de Estados Unidos que regresaban de la Primera Guerra Mundial trajeron a nuestro continente, hizo que perdieran la vida entre 20 y 50 millones de personas en todo el mundo. Se piensa que tan solo en México murieron 300 mil.
Si hace más de un siglo la ciencia médica y las autoridades sanitarias ya tenían muy claro lo que tenemos que hacer para evitar los contagios, ¿por qué ahora, con nuestra tecnología y con la velocidad de nuestros medios de comunicación, resulta difícil de entenderlo?
Ya no queda con vida nadie que recuerde de primera mano aquella crisis sanitaria, pero si estuviera aquí alguna bisabuela nos pediría suplicante que hiciéramos caso.
El presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador Cuitláhuac García Jiménez, como cabezas de las autoridades sanitarias en México y Veracruz nos lo han dicho con toda claridad: los próximos 15 días son cruciales.
Lo hemos hecho bien, pero es momento de reforzar la disciplina, el esfuerzo y la dedicación por la sana distancia y el aislamiento físico, siempre solidarios con quienes tienen que salir de casa por necesidad y no por gusto.
La dolorosa experiencia de otros países no deja lugar a dudas. Tenemos que aplanar la curva de contagios ahora que todavía podemos.
Estamos entrando en la etapa decisiva en la que podemos evitar muertes innecesarias. La etapa en la que otros países bajaron la guardia y les costó miles de pérdidas.
Ahora tenemos medios de información que no tenían en 1918 gracias a los cuales no cabe el pretexto de estar desinformado. (De hecho, ya en la época del Internet, el volante de hace 112 años llegó a mí por las redes sociales de una periodista).
Ya lo vimos: si conocemos a alguien que no simpatice con el Gobierno actual, también podemos pedirle que entonces le haga caso al de Venustiano Carranza.
Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado.