Por: Oswaldo Ceballos
…Y así, el estado se fue pintando de rojo…
Primero, con una escalada de violencia sin precedentes, ejecuciones, extorsiones, secuestros, incremento de los delitos del fuero común, etcétera.
Y, en segundo lugar, de forma literal, Fidel Herrera Beltrán buscó colocar ese color rojo en todos los sitios posibles, incluso hasta en las unidades del servicio de taxis. Detestando el azul panista, procurando que todo Veracruz tuviese su sello, su sello rojo, como la sangre.
En ese ambiente se desarrolló Javier Duarte; allí, aprendió las técnicas depuradas del mal gobierno, de la impunidad, de conseguir todo a base de billetazos y si no lo podía conseguir con dinero, estaba la opción de la amenaza.
Creyó todo lo que le dijo su padrino, pensó que efectivamente el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tenía futuro; desde el Centro ya se posicionaba un joven gobernador del Estado de México, aquél que representaba el “nuevo PRI”, el PRI de los jóvenes… que después alcanzaría la presidencia.
Así pues, Duarte de Ochoa pasó la primera prueba, y Fidel lo lanza para sorpresa de todos.
No tuvo rivalidades, la línea era directa, fue el único que la Comisión Estatal de Procesos Internos del PRI le aprobó su registro para la precandidatura,
Incluso, la misma comisión le había negado el derecho de participar a Héctor Yunes Landa, ni más ni menos que el subsecretario de Gobierno de Fidel Herrera; ¿la excusa? Yunes Landa no alcanzó el 10 por ciento de la preferencia partidista para contender ni el 25 por ciento de aprobación de sectores priistas. Pero Javier Duarte ¿sí?
El enojo fue tal, que Héctor Yunes había amenazado con acudir a la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y conseguir su objetivo.
Declaró, en aquella ocasión, que la resolución emitida por su partido el PRI, no le causaba sorpresa ya que era “la consecuencia lógica y congruente de toda la falta de equidad, transparencia e imparcialidad”.
Las inconformidades de Héctor Yunes no prosperaron, se sintió traicionado, humillado, y optó por esperar.
Como muestra de agradecimiento a su padrino, Javier Duarte comenzó de manera inmediata el proselitismo al saberse candidato, al estar seguro (porque Fidel se lo garantizó) que sería el próximo gobernador constitucional del estado de Veracruz. ¡Ni en sueños lo habría creído el cordobés!
Y arrancó su campaña, ni más ni menos que en la pequeña comunidad de Nopaltepec, la cuna de su guía espiritual: Fidel Herrera.
Tomó protesta como candidato, en el estadio Heriberto Jara Corona, mejor conocido como estadio Xalapeño, un recinto que lució abarrotado, pintado de rojo; él, Duarte, ataviado con un traje obscuro, camisa blanca y corbata roja.
“Me saqué la lotería”, pensaba.
¿Usted se puede imaginar lo que cruzaba por la mente de Karime Macías en esos días? Una mujer que evidentemente siempre le ha gustado la “buena vida”, los lujos, el derroche, provenga el recurso de donde sea.
Sabía que su marido llegaría a la gubernatura, ya se los habían garantizado; sectores, agrupaciones, mismos partidos políticos aliados y en “contra”, ya tenían todo bajo el brazo.
Javier Duarte sabía que tendría recursos de sobra para derrochar, ya lo había aprendido de su mentor.