Veracruz es muchos veracruces. Somos un estado diverso en geografía física y humana. De Río Playas (Las Choapas) a Guayalejo (Pánuco) hay 750 kilómetros en línea recta. Eso es más largo que Panamá o que Costa Rica, por ejemplo. Somos una entidad populosa: 8.1 millones de habitantes, un poco menos que Austria y más del doble que Uruguay.
Distribuida en 212 municipios, esa población es un poliedro: una mezcla de culturas y herencias enraizadas en algunas de las principales civilizaciones mesoamericanas y en cinco siglos de inmigraciones españolas, francesas, italianas, libanesas y africanas, además de un nutrido intercambio con vecinos de una riqueza cultural innegable: Tabasco, Chiapas, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Hidalgo y Tamaulipas. Hablamos muchos idiomas, cantamos y bailamos muchos ritmos y comemos muchas comidas. En resumen: somos todo, menos homogéneos.
En general, esa diversidad equivalente a la de varios países juntos es motivo de orgullo y disfrute.
Pero más de un siglo de mal gobierno nos dejó una diferencia vergonzosa, una de la que no podemos sentirnos felices: la brecha entre los más vulnerables y los más aventajados en el desarrollo. Pujantes zonas industriales y las más empobrecidas zonas indígenas coexisten en nuestro estado. El principal puerto del país, los hoteles más lujosos, uno de los mejores acuarios de América Latina o la más importante industria petroquímica están a pocos kilómetros de algunos de los municipios más pobres del país.
Planificar las políticas públicas de un estado como Veracruz demanda la conciencia de esa diversidad. Exige a los gobernantes entender que objetivos generales -mejorar la infraestructura, abatir el rezago en desarrollo social, dotar de salud o seguridad- requieren estrategias especiales para cada región, para cada sector de la población, para cada realidad humana.
Con esa visión nítida del contexto veracruzano, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez entendió que no se puede tratar igual a desiguales y que una de las tareas del Gobierno es emparejar el piso, equilibrar balanzas y ofrecer un respaldo adicional a quien merece un trato favorable, coherente con su desventaja.
Dentro de tres semanas, cuando inicie el ciclo escolar, habrá niñas, niños y jóvenes para quienes será imposible encender el televisor, ya no se diga acceder a contenidos en Internet. En concreto, 20 municipios veracruzanos concentran los mayores índices de rezago en bienestar, donde muchas casas carecen de televisor o, en el mejor de los casos, sólo tienen uno, pero son más de una niña, niño o joven de la casa los que tendrían que estar atentos de manera simultánea a la transmisión (cada canal de televisión estará dedicado a un nivel escolar transmitiendo al mismo tiempo).
Pensando en ellas y ellos, se implementó una estrategia especial: 150 mil libros de refuerzo, exclusivos para Veracruz y adicionales a los que distribuirá el Gobierno de México; y transmisiones de Radio Más, pero en horarios escalonados por nivel escolar. Es decir, bastará un aparato de radio por domicilio para que todas y todos los estudiantes que vivan en ella puedan acceder a contenidos, sin conflicto de horario.
Con este esfuerzo adicional se buscará que ninguna niña, niño o joven se nos quede atrás, que no haya rezago en lo que la situación se normaliza y nuestra comunidad estudiantil puede regresar a clases presenciales.
La respuesta del Gobierno del Estado fue oportuna, sensible y acertada: como dije, no todas y todos los veracruzanos tienen las mismas herramientas a la mano y es justo que una administración comprometida les ofrezca una opción que los incluya, que les haga sentir que Veracruz ya no les da la espalda.
*Diputado local. Presidente de la Mesa Directiva del Congreso de Veracruz.