La pandemia de COVID–19 va a provocar que 2.1 millones de niños y adolescentes tengan que trabajar para enfrentar la crisis y aminorar la pobreza en sus entornos familiares, estiman organismos internacionales.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo de las NacionesUnidas para la Infancia (UNICEF) advierten que el cierre de escuelas, la muerte de padres y madres, la reducción de remesas, la falta de trabajo en general y el aumento de las labores informales dejarán a millones de niños expuestos a la explotación laboral y al trabajo forzado.
“Lo que hemos visto es que los niños y jóvenes son mucho más vulnerables a caer en pobreza, con esta crisis veremos a adolescentes que dejan sus estudios para emplearse en el sector informal o niñas que asumen los cuidados de sus hermanos menores para apoyar a sus familias”, comentó César Salazar, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.
Un reporte de la UNICEF y de la OIT refiere que por cada punto porcentual que crece la pobreza, el trabajo infantil aumenta 0.7 por ciento sobre la población de menos de 17 años.
Josefina Menéndez, CEO de Save the Children en México, expresó: “Las desigualdades que hay en nuestro país obliga a que niños y niñas tengan que trabajar, pero lo más preocupante es que pueden ser víctimas de actividades ilícitas como el crimen organizado, la trata o la explotación sexual”.
Según el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), en nuestro país hay cerca de 3.2 millones de niños y adolescentes que realizan alguna actividad productiva por necesidad económica, por lo que, este número puede aumentar a 5.3 millones a finales de año.
Actualmente, cerca de dos millones de menores se emplean en trabajos no permitidos, es decir, actividades económicas que ponen en riesgo su salud y afectan su desarrollo. Mientras que 1.15 millones se ocupan en quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas.
Salazar explicó que una de las particularidades de esta crisis, es que, por el confinamiento, el acceso a la educación se complica aún más. “Hay muchos jóvenes que no tienen acceso a las herramientas digitales, sobre todo en entornos rurales“.