En aproximadamente un año, investigadores de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) estarían en condiciones de finalizar las evaluaciones necesarias para la producción de una vacuna comestible con base en la ingesta de tomates genéticamente modificados, las cuales estimularían una respuesta inmunológica para que el organismo genere anticuerpos contra el Covid.
Daniel Garza García, biotecnólogo de la Facultad de Ciencias Biológicas, está al frente de un equipo de seis investigadores que busca un medio para enfrentar al coronavirus, que, en menos de seis meses, ha causado la muerte de más de 400 mil personas en el mundo.
El científico mexicano explica que el uso de plantas como plataforma para la producción de vacunas y fármacos es una novedosa estrategia que ofrece importantes beneficios, pues “fabricadas en plantas” cuentan con menores costos de producción, menor tiempo en la obtención del producto antigénico, además de mayor seguridad.
Daniel afirma que su logística de transporte y almacenamiento la vuelve más eficiente, al no necesitar cadena de frío para su traslado.
“La planta de tomate ofrece importantes beneficios: primeramente es su seguridad para ser utilizada como vacuna comestible para consumo humano, seguido de la obtención de altos rendimientos por hectárea de cultivo de la vacuna, a diferencia del costoso proceso para producir vacunas mediante otros métodos convencionales”, dice.
Este proyecto retoma una investigación iniciada en 2017, llamada Diseño de una Vacuna mediante Bioinformática contra los virus dengue, zika y chikungunya, en el Instituto de Biotecnología de la UANL, el cual fue presentado en el Simposio Nacional de Ciencias Farmacéuticas y Biomedicina, II Simposio Nacional de Microbiología Aplicada y publicado en la Revista de Ciencias Farmacéuticas y Biomedicina.
El término de vacuna comestible deriva de poder ingerir en este caso un fruto (tomate) y obtener inmunidad contra un patógeno, previa transformación de la planta de tomate a la que se transfiere cierta información genética para que genere antígenos, por lo que, al ser ingerido, el fruto proporcionará inmunidad.
“Las vacunas comestibles nos permiten obtener, en tan sólo una hectárea de cultivo, millones de dosis de una manera más económica y segura”, detalla el científico.
Daniel Garza considera que sería posible la ingesta diaria y normal de frutos modificados genéticamente que ofrezcan mayores aportes nutrimentales, como más contenidos de vitaminas, proteínas y minerales; sin embargo, para fines farmacéuticos tendría que ser dosificado, como cualquier otro medicamento.
En este momento, el proyecto de la vacuna comestible se encuentra en la etapa de análisis: “Utilizando, mediante herramientas bioinformáticas, las secuencias genómicas y proteómicas de SARS-CoV-2, que nos han permitido identificar los epítopos más probables a ser candidatos vacunales, que no habrían sido detectados mediante técnicas convencionales”.
Daniel asegura que la contingencia por el Covid-19 obliga a replantearnos no sólo en México, sino también en América Latina, la legislación vigente respecto a los Organismos Modificados Genéticamente, especialmente aquellos enfocados en la generación de vacunas comestibles con plantas transgénicas.
Como biotecnólogo, Daniel busca mostrar a la sociedad el potencial que ofrece esta tecnología y aportar soluciones a los problemas que enfrenta la humanidad: “El futuro sin biotecnología sería un error”, concluye.