Algunas capitales europeas han iniciado el proceso hacia lo que interpretan será “el nuevo normal” ante un enemigo que seguirá al acecho en tanto no exista antídoto para proteger a la población más vulnerable.
Las autoridades comenzaron a levantar algunas medidas de aislamiento decretadas para contener el avance de la misteriosa enfermedad ocasionada por el nuevo coronavirus; aunque desde Madrid hasta Oslo han sido categóricos en afirmar que el proceso será quirúrgico y riguroso, así como escalonado y largo, tal y como aconseja la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Al margen de Suecia que apostó por su propia fórmula contra el Covid-19, el bloque de avanzada lo conforma Austria, Alemania, Dinamarca, Noruega, República Checa y Holanda, este último implementó el denominado modelo de “confinamiento inteligente”.
Italia y España flexibilizaron algunas acciones restrictivas tras la Semana Santa: el primero reabrió los pequeños negocios, mientras que el segundo devolvió la actividad laboral a 2.8 millones de trabajadores de sectores no esenciales, como es la construcción y la manufactura.
El punto de arranque de estos países es el más lejano, junto con el de Francia y Bélgica, al haber adoptado la política de encierro total.
La canciller alemana, Angela Merkel, es consciente de la responsabilidad que implica el levantar medidas cuando ha quedado el pico de infección atrás y se ha llegado al punto de tener la enfermedad “bajo control”. La responsable de la mayor economía de Europa pidió poner fin “a la orgía de discusiones” sobre el fin de la cuarentena.
Insiste en que hay que esperar a conocer los resultados del primer ciclo de la operación antes de considerar la próxima maniobra.
El Instituto Alemán Robert Koch ya advirtió que no hay que ir muy rápido: Alemania muy probablemente experimentará una segunda ola de infección.
Además la comunidad científica tiene muy presente la lección de la isla japonesa de Hokkaido, que a mitad de marzo reabrió las escuelas tras tres semanas de encierro, pero la segunda semana de abril tuvo que volver al confinamiento tras identificar un centenar de nuevos casos.
Alemania comenzó a relajar sus medidas de aislamiento el pasado 20 de abril, permitiendo la apertura de los comercios, como librerías y zapaterías, que no superen los 800 metros cuadrados.
El director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, Michael Ryan, afirma que los Estados no podrán reducir a cero los peligros hasta no contar con la vacuna.
No obstante, sí es posible minimizar el riesgo y evitar el colapso del sistema sanitario por saturación de la demanda, si los países fortalecen sus capacidades de respuesta para identificar, gestionar y contener eventuales brotes; al tiempo que los ciudadanos mantienen las reglas de distanciamiento y las recomendaciones fundamentales de higiene.
Infantes y maestros por delante
El retorno a la escuela se está convirtiendo en la medida estelar de la primera fase de la supresión de la cuarentena, con un énfasis particular en los niños menores de 12 años. Dinamarca reabrió guarderías y las primarias el 14 de abril; Noruega activó los jardines de niños el 20 abril y ésta semana tocará el turno de primarias y algunas secundarias.
Holanda tiene previsto reanudar las actividades hasta nivel primaria el 11 de mayo y a partir del 1 de junio el bachillerato. Suiza y Francia también barajan el 11 de mayo para el regreso escolar progresivo, en tanto que Bélgica hará lo propio el 18 de mayo con primarias hasta preparatorias.
En la mayoría de los casos, el reinicio escolar tiene como punto de arranque a los alumnos más pequeños y paulatinamente se va avanzando. También hay un énfasis en la seguridad sanitaria, lo que implica ajustar horarios y reducir el tamaño de los grupos, Francia plantea un tope de 15 alumnos y Bélgica hasta diez, ubicados cada uno en un espacio no menor a los cuatro metros cuadrados.
El mandar por delante a los niños más pequeños responde a un cálculo de riesgo basado en diversos estudios, justificó el primer ministro de Holanda, Mark Rutte, durante el anuncio de dicha medida.
De acuerdo con el Instituto Nacional holandés para la Salud Pública y el Ambiente (RIVM en neerlandés), encabezado por Jaap van Dissel, las estadísticas mundiales muestran que los menores contraen menos el coronavirus.
En Países Bajos, de los más de 36 mil casos clínicos registrados, sólo 1% corresponde a la edad de menos de 18 años, cuando se trata de un grupo que representa 22% de la población total. La misma radiografía presenta China, Corea del Sur, España, Islandia y Estados Unidos.
Carné, apps y brazalete
Las conversaciones entre autoridades y científicos no están incluyendo en la fase inicial de reapertura a cafés, restaurantes, museos, teatros y cines. Con excepción de Dinamarca que reabrió las peluquerías el 20 de abril, las perspectivas tampoco son alentadoras para dentistas, masajistas o manicuristas.
Aun peor es el escenario para los artistas y la gente del espectáculo; por ejemplo, Holanda mandó a la congeladora los festivales y el futbol profesional al menos hasta el 1 de septiembre, mientras que Alemania canceló su famoso Oktoberfest a realizarse entre el 19 de septiembre y el 4 de octubre.
A falta de una pócima milagrosa para aniquilar el coronavirus, los gobiernos están explorando posibles soluciones para hacer viable las actividades comerciales que invitan a la convivencia y el contacto entre las personas.
China y Chile se han inclinado por el “pasaporte de inmunidad”; es decir, un certificado que constata que la persona ha pasado el SARS-Cov-2 y es inmune al virus.
En Europa, los parlamentos nacionales discuten una salida por la vía tecnológica, a partir del desarrollo de aplicaciones que determinan la condición en la que una persona está, tal y como ya lo hace Singapur, China y Corea del Sur.
Sin embargo, esta alternativa es igual de polémica que el propio coronavirus. Son múltiples los cuestionamientos de los epidemiólogos sobre su grado de eficiencia para establecer una situación de infección en una persona.
Organizaciones como Code for NL ponen el acento en la seguridad cibernética, mientras que Amnistía Internacional aplaude el uso de la tecnología para luchar contra covid-19 y dotar de datos relevantes a la comunidad médica, pero alerta sobre posibles abusos y riesgos a la privacidad.
Austria, Republica Checa y Chipre han puesto en operación algunos instrumentos, mientras que la Comisión Europea ya presentó las líneas rojas del enfoque común que deberán tener las aplicaciones.
“Las aplicaciones de rastreo de contactos para limitar la propagación del coronavirus pueden ser útiles, especialmente en el marco de las estrategias de desconfinamiento de los Estados miembros. Sin embargo, unas garantías sólidas en materia de protección de la intimidad son un requisito previo para el uso”, afirma el Comisario Europeo de Mercado Interior, Thierry Breton.
El puerto de Amberes, el segundo más activo de Europa, presume tener la alternativa. En cooperación con la firma Rombit ha puesto a prueba un brazalete digital para garantizar el distanciamiento social y el rastreo de contactos entre los trabajadores.
El innovador utensilio opera como los actuales brazaletes deportivos, sólo que en lugar de medir pasos y calorías, lanza una advertencia cuando otra persona con el mismo aparato se acerca a menos de 1.5 metros.