Los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador; de Brasil, Jair Bolsonaro, y de Nicaragua, Daniel Ortega, recibieron intensas críticas en el transcurso de este mes por responder con lentitud, minimizar e ignorar la verdadera dimensión del peligro de la pandemia del Covid-19.
Por la inminente llegada del virus al Hemisferio Occidental, tras pasar de su brote original, a finales de 2019, de China a otras zonas de Asia y a Europa, una mayoría de países de América Latina y el Caribe prefirió anticiparse a escenarios imprevisibles. Numerosos gobiernos dictaron, al menos desde febrero anterior, las primeras acciones sanitarias de contingencia e instaron a la población a alistarse para sufrir un golpe a la salud.
Las organizaciones Mundial y Panamericana de la Salud aconsejaron a mujeres y hombres del orbe que eviten acudir a aglomeraciones humanas, asuman reglas esenciales de confinamiento y distanciamiento social —sin beso, abrazo ni apretón de manos y sin salir de sus casas— y sigan protocolos básicos de contacto y control para prevenir la propagación de la enfermedad respiratoria.
Pero los gobiernos de México, Brasil y Nicaragua parecieron responder en sentido contrario. “¡Hay que abrazarse! ¡No pasa nada!”, insistió López Obrador en una de sus conferencias matutinas de prensa hace unas semanas. Después del llamado que el Mandatario hizo el pasado viernes a los mexicanos a quedarse en sus casas para prevenir el virus, México fue uno de los últimos países de América en lanzar esa exhortación sanitaria.
Con un dato al alza de muertos y enfermos del virus desde que el primer caso se confirmó el 28 de febrero pasado en México, López Obrador se resistió a adoptar urgentes medidas sanitarias, migratorias, socioeconómicas y políticas, y prosiguió con su práctica de besar y abrazar a personas en sus apariciones públicas y todavía el 22 de marzo invitó a los mexicanos a acudir a disfrutar en sitios públicos.
“Los gobiernos serán recordados por la forma en que respondan a esta situación y por los medios que pongan al alcance de la población más vulnerable”, advirtió la mexicana Érika Guevara, directora para las Américas de Amnistía Internacional (AI), organización global no estatal de defensa de derechos humanos con sede en Londres.
Al recordar que en México hay sectores sin opción de acceder a servicios de salud al estar atrapados en zonas violentas, Guevara adujo que “tristemente la respuesta del gobierno federal dista mucho de la retórica” del presidente López Obrador frente a la crisis.
Jair Bolsonaro, jefe de Estado brasileño, calificó de histéricas las medidas contra el Covid-19 y mantuvo sus recorridos. Foto: REUTERS
La actitud presidencial “muchas veces va contra la credibilidad de las instituciones” que buscan prevenir la propagación del virus, afirmó Guevara.
Previamente a la declaratoria del viernes pasado, se observó a un presidente que con su accionar, ni fue modelo ni ejemplo, con recorridos que parecen de campaña electoral e invitaciones a la población a salir a las calles, narró.
López Obrador recapacitó “y decidió empezar a educarse sobre la ciencia de esta pandemia”, aseveró el chileno José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch (HRW), agrupación no estatal mundial de protección a los derechos humanos con base en Washington.
“¡Finalmente!”, pero “le costó varias semanas”, tuiteó.
El gobierno mexicano alegó repetidamente que su reacción al coronavirus siguió el protocolo internacional. De manera coincidente, Bolsonaro y Ortega defendieron su respuesta a la pandemia, aunque ambos convocaron a actos multitudinarios, rechazaron imponer medidas extremas y recomendaron a brasileños y nicaragüenses mantener una vida normal.
Bolsonaro ignoró las peticiones de aislamiento, salió el domingo de gira por comercios en Brasilia y generó aglomeración.
Sin medidas de seguridad sanitaria, nicaragüenses participaron el sábado en un festival de cantineros en Managua. El gobierno no ha restringido nada. Foto: CORTESÍA EL 19
Un gesto “irresponsable”
Bolsonaro “minimiza” una pandemia “verdaderamente calamitosa”, reprochó el analista político peruano César Campos, a consulta de este diario. “Un gesto irresponsable de un mandatario que nadie entiende”, agregó, al lamentar que el presidente priorizó el flanco económico sobre el sanitario. Es preocupante porque un agravamiento de la pandemia en Brasil repercutirá en sus vecinos, subrayó.
Ortega tampoco escapó a reclamos internos en un país sumido en una honda crisis sociopolítica hace más de dos años y con un impacto generalizado en hospitales y centros de salud.
Pese al Covid-19, el gobierno nicaragüense intentó mostrar normalidad e invitó a actos públicos masivos organizados por instituciones oficialistas en ciudades y playas, como un festival de cantineros, cocteleros de café y cocineros, y una feria del mar, entre otras citas de verano.
“Denunciamos, con preocupación, el manejo de Ortega a la pandemia”, respondió a este periódico el nicaragüense Álvaro Leiva, secretario ejecutivo de la (no estatal) Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos.
“Ortega demostró negligencia y falta de protocolo, con una irresponsabilidad de su régimen al llamar a concentraciones masivas e ignorar las medidas para evitar el contagio. Eso traerá graves y trágicas consecuencias”, pronosticó.